martes, 15 de enero de 2013

La mano y el corazón en una sola conexión.

Las playas vírgenes de cartagena y sus al rededores se caracterizan por ser lugares llenos de naturaleza, animales y un ecosistema que hacen pensar que se puede llegar al paraíso, conocerlo y vivirlo. Bueno, en ese paraíso vivía una niña con unos rizos rojos brillante y una sonrisa hermosa que hacía olvidar que el mundo estaba lleno de problemas, que todo podía ser completo en el paraíso y con su danza en la playa enamoraría al sol y en la noche a las estrellas.

Una tarde, en medio de su danza e alegría encontró una iguana totalmente desgastada en el mar. Sus condiciones físicas no eran las mejores y su expresión hacía ver en ella que no había un mundo en qué vivir, una esperanza por que luchar y un futuro por alcanzar. ¿Por qué la iguana se encontraba así?. Durante toda su vida permaneció en esa playa confiando en animales y humanos que se acercaban a ella a aniquilarla, a buscar destruirla y arrebatarle todas sus ilusiones. Incluso, un tiempo antes de ese encuentro un perro del sector intentó acabar con ella y le hizo una gran herida en el pecho muy cerca del corazón que lo tenía delirando y tal vez, por ese mismo motivo le era difícil confiar en los seres que se acercaban a él.

En medio de esa danza, la niña de cabello rojo brillante y una sonrisa inigualable sin importar lo que fuera a pasar le tendió su mano a la iguana, que por motivos extraños a su realidad se acercó a ella y dejó que existiera el contacto. Al sentirse segura, la niña metió en sus brazos a la iguana y le dijo "ven conmigo a mi casa, te voy a curar". La iguana no puso oposición a su nueva compañía y fueron juntos a casa de ella.

Con un cariño inexplicable la niña lavó las heridas de la iguana, las curó, le dio hogar, alimento, amor y mucha tranquilidad de saber que dentro de la casa no volvería a ser atacada.  Durante unos meses todo fue tranquilidad, felicidad, y una conexión entre el corazón y la mano que se unieron para subir al cielo a esta iguana y a la niña a tener una compañía al lado. Pero lastimosamente, el cielo no es un lugar para estar toda la vida y se puede subir y bajar de él en cuestiones de segundos y lo que nadie esperara que pasara pasó. La diferencia entre un animal y un humano fue notoria, por más amor y apoyo que existiera entre los dos, uno piensa y el otro no, uno razona y el otro se maneja por instinto y en un exceso de confianza, una noche la iguana decidió dar camino libre a su vida, volver a la playa y abandonar a la niña que sin buscar nada a cambio le había abierto las puertas de su casa, de su corazón y de su vida dejándola desconcertada, triste y sin ganas de volver a ver a la iguana. El animal, en medio de su falta de racionamiento y su gran estupidez decidió llenarse de orgullo y salir a la playa y en el primer momento en que se enterró una espina de una planta se dio cuenta que algo le faltaba, que estaba desprotegido y que había cometido un error.

El error fue no razonar, no poder pensar y no tomar decisiones acertadas. Bueno, aunque no se le puede pedir eso a los animales, por su instinto propio entendió que había cometido un error y a pesar que los actos no tienen reversa y que las decisiones se deben asumir y por eso salió a mirar la playa, se acostó donde la niña lo había encontrado y con la frente en alto entendió que en el futuro no iba a volver a cometer ese error y guardó un gran recuerdo sobre la niña que le salvó su existencia y durante mucho tiempo anhelo que la próxima iguana que ella quisiera cuidar supiera aprovechar esa gran compañía y así mismo volver a tener una segunda oportunidad de conocer a alguien que le mostrara que entre extender una mano y querer con el corazón solamente hay una conexión.

FIN.

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